La
intervención (IV)
En la nota anterior dije que después del golpe de estado, al frente del
Sindicato Buenos Aires fue designado como interventor Guillermo Tamassi, y en
la Federación el capitán Kesler; éste último fue luego reemplazado por el
teniente primero Mascheroni. Como colaboradores de la intervención en el
sindicato estuvo el grupo encabezado por Pedro Valente, histórico dirigente
desplazado en 1947. En la Federación los colaboradores habrían sido más heterogéneos,
entre ellos se destacó Diego Pérez, delegado general del edificio de Leandro
Alem 734.
“nosotros le imponíamos al interventor quienes queríamos que
colaboraran. Por ejemplo, por marzo o abril del ’56 se forma una comisión para
estudiar el convenio y el interventor nombra a dedo a los integrantes; y
nosotros, los 44 delegados de Ingeniería, nos fuimos a Ambrosetti a decirle al
interventor que los representantes nuestros los nombrábamos nosotros. Es que
nosotros éramos representativos, habíamos sido elegidos por nuestros
compañeros, y por eso discutíamos entre nosotros y decidíamos si colaborábamos
o no, y en qué lo hacíamos”.
Entusiasmado con sus recuerdos Diego Pérez dice: “Puede parecer
mentira, pero en pleno gobierno militar sacamos un periódico de cuatro páginas
para el 1º de Mayo, rindiendo homenaje a los mártires de 1886”. Pero la anécdota no
concluye allí, porque nuestro informante aprovecha para despacharse contra los
“viejos de la Verde”.
“Y casi vamos en cana, porque gente del Sindicato Buenos Aires nos fue
a denunciar al interventor. Y el interventor los sacó cagando porque les dijo
que era una vergüenza que gente de trabajo fuera a denunciar a otros
trabajadores”.
Por un momento hasta siento simpatía por ese interventor que no conocí.
Se que era un representante de la dictadura de Aramburu, que había llegado allí
con un presunto discurso democratizador, pero que la democracia que pregonaba
tenía como fundamento la proscripción de las mayorías. Sin embargo no digo nada
y dejo que Diego Pérez continúe con su relato.
“En la Federación
el interventor nos daba margen para movernos, y nosotros tratábamos de
aprovecharlo al máximo. Yo no soy antiperonista, pero tampoco soy peronista.
Estaba cansado de que se hablara del 1º de Mayo como la “Fiesta de los
trabajadores”. Por eso dijimos con los muchachos, “Vamos a mostrarles a todos
de dónde viene lo del 1º de Mayo”. Y ya que estamos te completo la historia.
Era 27 o 28 de abril y nosotros queríamos tener el periódico para el 1º
de Mayo. Queríamos que en la tapa apareciera el dibujo de un obrero con una
bandera flameando y detrás toda una manifestación de trabajadores. Entonces
empezamos a recorrer agencias publicitarias para ver si nos hacían el dibujo.
Cuando les decíamos lo que queríamos, nos preguntaban para qué lo queríamos;
después nos miraban como si fuéramos marcianos y terminaban diciéndonos que no
tenían ningún dibujante. Te imaginás, estábamos en pleno gobierno militar.
Ya teníamos que mandar todo a la imprenta y no teníamos el dibujo.
Entonces me acordé que en el mausoleo con los restos de uno de los mártires de
Chicago se leía la frase: “Llegará un día, en que nuestro silencio será más
poderoso que las voces que hoy tratáis de acallar”. Lo consulté con Raúl Aragón
y Juan Carlos Pérez, y dijimos: Pongamos esta frase en el centro de la tapa y
todo el resto lo dejamos en blanco, simbolizando el silencio. Y así salió”.
La distinción entre jóvenes y viejos, y el lugar en que cada uno de
ellos prestaba colaboración, es importante para comprender la historia
posterior. La vieja dirigencia tenía su propio estilo (si es que realmente fue
así) y los jóvenes les reclamaban más dinamismo y combatividad para conseguir
las cosas. Sea por eso o por otras circunstancias, lo cierto es que se fue produciendo
un distanciamiento entre ambos sectores y esto se reflejaría posteriormente al
conformarse las listas para la normalización del sindicato. Pero también se
manifestó durante la gestión de los respectivos interventores quienes habrían
terminado alineados con sus colaboradores. Algunos cortocircuitos que se
habrían producido entre los interventores
del Sindicato y la
Federación eran explicados, desde el campo de los “viejos”,
como resultado de las intrigas de los “jóvenes”. Estos últimos, por su parte, rechazaban
las imputaciones por calumniosas y
acusaban a Oscar Tabasco (alineado con Pedro Valente) de propalar esas
versiones infamantes.
La brecha entre ambos sectores se fue ensanchando y terminaron
integrando listas separadas en los comicios normalizadores de 1956. Los
históricos formaron la
Lista Verde y llevaron a Pedro Valente como candidato a
Secretario general, mientras que los jóvenes conformaron la Lista Azul. Como es
obvio, ninguna de las dos listas se identificaba con el peronismo que, más o menos
disimulado, conformó su propia lista, la Lista Roja, encabezada por Allan Díaz. También
participó en estos comicios la
Lista Blanca, afín al Partido Comunista.
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