domingo, 8 de octubre de 2017

Che nos sigue convocando



Como de costumbre, el televisor de casa mostraba las imágenes de “El repórter Esso”, era la noche del 9 de octubre, y mientras se veía al Che Guevara pronunciando un discurso, la voz de Armando Repeto leía un cable en el que se anunciaba la muerte del combatiente revolucionario. Es forzoso decir que no lo creí, que seguí siendo escéptico en la mañana siguiente cuando varias páginas del diario reproducían la información suministrada por las agencias internacionales. No fuimos pocos los que descreímos la noticia, tantas veces se lo había matado mediáticamente que sólo siendo muy crédulo se podía aceptar la versión oficial. Otros elementos contribuían a la duda; familiares directos del Che (su padre y uno de sus hermanos) viajaron a Bolivia donde no se les permitió ver el cadáver. Tampoco coincidían los datos proporcionados por los militares bolivianos, mientras unos decían que se había cremado sus restos, otros afirmaban que se encontraba enterrado.
Pasó casi una semana antes de que Fidel se dirigiera al pueblo de cuba haciendo una prolija enumeración de todos los datos que el gobierno había podido reunir. Fue un informe extenso, riguroso, equilibrado. Cada foto, cada cable, cada versión fue chequeada para poder descartar lo falso o dudoso. La principal preocupación era decir la verdad aunque ésta fuera muy dolorosa. Todos los amigos alrededor del mundo esperaban la palabra de la Revolución; ella se jugaba su prestigio en ese informe, no debía mentir, pero tampoco podía equivocarse. La conclusión fue categórica: esta vez era verdad, el enemigo había conseguido su objetivo.
Después se convocó al pueblo para marchar a la Plaza de la Revolución, el dolor compartido se convirtió en homenaje y compromiso. El mismo dolor y el mismo compromiso se extendió por el mundo, los oídos receptivos se multiplicaron, miles de manos se levantaron para empuñar la rebeldía.
Han pasado cincuenta años, medio siglo, una eternidad para las memorias frágiles y desinteresadas, apenas un instante para quienes atesoran el ejemplo heroico del inmortal guerrillero. Como ayer, como hoy, como siempre, todos seguimos estando convocados; que nadie falte, que nadie se dé por vencido.

Javier Nieva

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