Como de costumbre, el televisor de casa mostraba las imágenes de “El repórter
Esso”, era la noche del 9 de octubre, y mientras se veía al Che Guevara
pronunciando un discurso, la voz de Armando Repeto leía un cable en el que se anunciaba
la muerte del combatiente revolucionario. Es forzoso decir que no lo creí, que
seguí siendo escéptico en la mañana siguiente cuando varias páginas del diario reproducían
la información suministrada por las agencias internacionales. No fuimos pocos
los que descreímos la noticia, tantas veces se lo había matado mediáticamente
que sólo siendo muy crédulo se podía aceptar la versión oficial. Otros
elementos contribuían a la duda; familiares directos del Che (su padre y uno de
sus hermanos) viajaron a Bolivia donde no se les permitió ver el cadáver. Tampoco
coincidían los datos proporcionados por los militares bolivianos, mientras unos
decían que se había cremado sus restos, otros afirmaban que se encontraba
enterrado.
Pasó casi una semana antes de que Fidel se dirigiera al pueblo de cuba
haciendo una prolija enumeración de todos los datos que el gobierno había
podido reunir. Fue un informe extenso, riguroso, equilibrado. Cada foto, cada
cable, cada versión fue chequeada para poder descartar lo falso o dudoso. La
principal preocupación era decir la verdad aunque ésta fuera muy dolorosa.
Todos los amigos alrededor del mundo esperaban la palabra de la Revolución;
ella se jugaba su prestigio en ese informe, no debía mentir, pero tampoco podía
equivocarse. La conclusión fue categórica: esta vez era verdad, el enemigo
había conseguido su objetivo.
Después se convocó al pueblo para marchar a la Plaza de la Revolución,
el dolor compartido se convirtió en homenaje y compromiso. El mismo dolor y el
mismo compromiso se extendió por el mundo, los oídos receptivos se
multiplicaron, miles de manos se levantaron para empuñar la rebeldía.
Han pasado cincuenta años, medio siglo, una eternidad para las memorias
frágiles y desinteresadas, apenas un instante para quienes atesoran el ejemplo heroico
del inmortal guerrillero. Como ayer, como hoy, como siempre, todos seguimos
estando convocados; que nadie falte, que nadie se dé por vencido.
Javier Nieva
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